Una crónica de Halloween
Halloween. Como ya había puesto en un post anterior, tenía que escribir algo relacionado con aquella fiesta gringa tan festiva para muchos, por lo que decidí escribir algo que me ocurrió hace algunos años.
En el post anterior dejé la primera parte de esta anécdota, así que es recomendable que la lean para enterarse un poco más de la situación y cómo fue que un murciélago llegó a mis manos.
Sin nada más que decir, los dejo leyendo. Recuerden, es un hecho real pero tiene mucho (pienso que demasiado) de una auténtica película gringa de terror cuyo protagonista es un pequeño murciélago marrón.
HABLANDO DE BRUJAS (2)
- ¿Por qué tenemos
que ponerlo en una caja? - Me preguntó mi amigo mientras subíamos una vez más
las escaleras de mi casa.
Durante algunos
minutos, Eduardo y yo habíamos buscado por todas partes una caja grande para
poner al animal que había traído a mi casa. La jaula en la que él había traído
a un pequeño murciélago rescatado, no
era lo suficientemente grande como para que el animal estirará las alas y, si
no lo hacía, no podría examinar si estaba herido u alguna otra cosa. Además,
sin una caja, era más difícil evitar las luz solar que entraba por el jardín,
la azotea y el garaje. Mi madre me había prohibido meter aquel murciélago en
alguno de los cuartos, por eso, era importante buscar otra solución, el animal
no debía ver la luz, menos la luz de aquel sol infernal.
- Es mejor que esté
lo mejor tapado. - Le dije sin mirarlo al llegar una vez más a la azotea y
rebuscar entre tablones y fierros. - Es un murciélago, acuérdate.
Cada palabra que
decía, lo hacía de tal manera como si encerrara la explicación más obvia del
mundo. Ese siempre había sido un defecto mío, creía que lo que yo conocía
tenían que conocerlo todos y evitar así aburridas explicaciones.
- ¿Pero qué tiene?
¡Eso es lo que no entiendo!
- Mira. – Le dije
aburrido pero sin dejar lo que estaba haciendo. – Piensa un poco. ¿Qué le pasa
a un murciélago cuando ve la luz?
- Según lo que he visto en la tele se derriten o se vuelven
estatuas.
Tras esa frase detuve mi tarea, miré extrañado a mi amigo
quien se aguantaba la risa y solo me dedique a susurrar “¡qué imbécil!” antes
de disponerme a sacar una gran caja de madera escondida tras varios paneles de
yeso sobrantes de una construcción.
Después de encontrar por fin lo que yo buscaba, entre los
dos bajamos el cajón hasta mi jardín y lo colocamos de tal manera que la parte
sin tapa se apoyara y mirara a la mampara. Mientras bajábamos, habíamos acordado que, con
la ayuda de telas y bolsas, cogeríamos al murciélago y lo colocaríamos en la
caja, apoyaríamos todo en la mampara para colocarnos del otro lado del vidrio y
así poder verlo.
- Maricón. – Me dijo Eduardo una vez que todo estuvo listo y
nos poníamos en el lugar acordado.
Sin necesidad de molestarme, porque ya lo conocía desde hace
años, simplemente le respondí aburrida y fríamente. - Entonces cógelo tú, que
te muerda y así te mueres con rabia y tétano.
- O me convierto en vampiro como en Crepúsculo.
Ignorando el comentario tan estúpido de mi aún más estúpido
amigo, me puse de cuclillas sobre el piso de mi sala y empecé a observar. El
murciélago parecía no haberse dado cuenta que estaba en otro ambiente,
simplemente estaba ahí, echado con las alas pegadas al cuerpo y respirando tan
rápido que apenas se hinchaba. Parecía muerto por momentos.
Era un animal demasiado pequeño, del tamaño de mi índice
para ser preciso y aún así, como yo sabía, poseía uno de los sistemas de vuelo
y rastrillaje más complejos del mundo, lo cual, me maravillaba.
Nunca había visto un murciélago de cerca. Sabía que él la
estaba pasando mal, pero aún así, de alguna manera, me fascinaba el hecho de que haya caído en el día y así
dejarse ver.
- No veo ni un pito. – Comentó mi amigo obligándome a salir
del pequeño trance en el que había
entrado justo cuando él terminaba de apuntar a la caja con su llavero
linterna.
- ¡No! – Exclamé demasiado tarde pues Eduardo ya había
accionado el dispositivo.
La luz se posó en cada una de las superficies del cajón y,
tan rápido como lo hizo, el murciélago emitió un chillido escalofriante que
dejó zumbidos en mis oídos.
De pronto, el animal había vuelto a la vida. Estiró las alas
rápido y empezó a volar dentro de la caja buscando escapar de la
luz. Aún más ciego a causa del destello y su sensibilidad a ella, volaba
desorientado dándose golpes dentro del cajón.
Eduardo y yo observábamos estupefactos porque los chillidos
que emitía ese minúsculo cuerpo eran demasiado extraños para nuestros oídos y
realmente aturdían, parecíamos hipnotizados. Además, el efecto de aturdimiento
era mayor por la potencia que el murciélago empleaba en su intento de romper
algún muro.
- ¡Miércoles! – Exclamó mi amigo sin dejar de ver la escena.
- Te dije que se convertían en estatua. – Me dijo Eduardo
tras unos segundos de estupor.
Sin decir nada me paré y fui a comprobar si el murciélago
había muerto por la luz. Estaba duro pero respiraba. Por fortuna, solo
estaba débil y confundido, seguro más tarde lo podría soltar en el parque, solo necesitaba oscuridad y quizás alguna lechuga.
Sabía que varias especies de estos animales son muy
sensibles a la luz pero no conocía las reacciones que podían ocasionar en
ellos. Hoy en día, por fin entiendo porque los vampiros de la pantalla tienen el poder de hipnosis y seducción, además, se
derriten, se paralizan o simplemente se hacen polvo por la luz, todo tenía una
inspiración en la realidad. Quizás podría haber hecho lo mismo con los fantasmas y las
brujas de mi vida.
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