Una crónica de Halloween
Halloween, tenía que escribir un post relacionado con las vísperas de aquella fecha tan esperada por muchos. Es una historia real y aunque no lo crean, ocurrió en vísperas del día de las brujas hace cuatro años.
¿Pero qué tiene de especial? Que el acontecimiento narrado sigue los estereotipos y criaturas de una película gringa en nuestra querida Lima.
Sin más que decir, aquí dejo la primera parte de este singular hecho.
HABLANDO DE BRUJAS
- ¡Acabo
de encontrar un espécimen! – Dijo una voz a través del auricular del celular y
fue lo único que se le oyó explicar antes de reír y cortar súbitamente. Era una
voz masculina, eso era obvio, pero yo no había sido capaz de reconocer de quien
era, el número en la pantalla salía como privado.
Eran finales del mes de octubre, exactamente el 30 de
octubre del 2010, un día soleado. Yo, un chico desconfiado y dubitativo por
aquel entonces, me encontraba acostado mirando el techo de mi cuarto como
muchas veces lo había hecho durante los últimos tres años. ¿Por qué lo hacía? Esa es otra historia que tal vez en otro momento
me atreva a contar, solo puedo decir que se trataba de resentimiento,
desprecio, rencor.
Había estado meditando sobre que hacer con aquella
situación, aquella en la que ciertas brujas y fantasmas me habían hecho pasar
un mal rato por aquellos meses, pero el sonido de mi celular sonó y me alejó de
la ideas de furia. A los pocos minutos, sonó el timbre.
- ¡Hijo te buscan! – Gritó mi mamá desde su cuarto, cuya
ventana tiene visual de la calle.
Sin muchas ganas me levanté y caminé arrastrando los pies
camino al primer piso. Seguro la persona que me había llamado era la misma que
había llegado y una ligera sospecha apareció.
- ¡Por fin
abres!
- Ah, hola
Eduardo. – Le dije a mi amigo apartándome de la puerta recién abierta para que
pudiera pasar. – Tú llamaste ¿no? ¿Qué quieres ah?
- ¿Así
tratas a los amigos?. – Dijo entre risas mientras entraba en el garaje sin
techo de mi casa con varias telas en la manos.
- ¿Fuiste
tú o no? –Insistí secamente.
- Sí, fui
yo, sí. – Dijo cansadamente y a continuación alzó el montón de telas hasta
colocarlo frente a mis ojos. – Mira lo
que encontré.
Miré desconfiadamente al conjunto de telas y luego al rostro
de mi amigo. Eduardo era el típico amigo de colegio que siempre busca joder a
la gente. Nunca puedes creer nada de lo que dice Eduardo y cuando digo nunca,
es nunca. Su vida está dedicada a trolear y fregar. Por eso, muy pocas veces
había confiado en él y en sus cuentos, y esa ocasión no sería la excepción.
- Seguro
es una de tus niñerías. Te apuesto.
- No.
Carajo, ya nadie confía. – Dijo Eduardo entre divertido y fastidiado mientras
colocaba el montón de telas en el piso y se disponía a destapar por fin el
misterio.
Una pequeña jaula en forma de prisma y color oro se reveló
ante mis ojos. El sol relució en todos sus barrotes, pero ni bien vi lo que había
dentro de ella, me aventé y arrebaté la tela de las manos de mi amigo.
-
¡Tarado! – Le dije mientras tapaba la jaula nuevamente y con cuidado. - ¿No ves
lo que has traído?
- Sí,
por eso lo traje. Un perro lo atacaba y
lo rescaté, ahora no sé que hacer con él. - Dijo
mi amigo en tono serio, lo cual era raro en él. Pero luego, volvió a ser el
mismo idiota. - Yo creo que ha salido
por Halloween.
- Ya
empezaste con tus hue… mira, mejor abre la puerta. Tenemos que poner este
murciélago en un lugar oscuro. Luego veremos que hacer con él.
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Hasta esta parte dejo el relato, pues considero que es mejor dividir el hecho en dos partes para no agobiarlos y así, dejarlos también con la intriga. Manténgase atentos al blog para leer la continuación, pues no saben como fue que reaccionó a los pocos minutos el ¿pequeño murciélago?
Una pista: Todo fue como un cuento gringo de Halloween.
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